Archive for September, 2012

Siempre ten presente que:

La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco.

Los días se convierten en años…

Pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tiene edad.

Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.

Detrás de cada línea de llegada, hay una partida.

Detrás de cada logro, hay otro desafío.

Mientras estés vivo, siéntete vivo.

Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.

No vivas de fotos amarillas…

Sigue aunque todos esperen a que abandones.

No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.

Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.

Cuando por los años no puedas correr, trota,

Cuando no puedas trotar, camina,

Cuando no puedas caminar, usa el bastón,

PERO NUNCA TE DETENGAS!!!

Madre Maria Teresa de Calcuta

Su padre le dió una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta.

Las semanas que siguieron, a medida que él aprendió a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.

Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

Los días pasaron y el jóven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta.

Le dijo “has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma.

Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.”

Autor – Desconocido

El nietecito miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado, le preguntó: – ¿Abuelo, estás escribiendo una historia que nos pasa a los dos? ¿Es, por casualidad, una historia sobre mí­? El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto:

Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras, es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas.

El nieto miró el lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y preguntó: – ¿Qué tiene de particular ese lápiz?

El abuelo le respondió: – Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán siempre de ti una persona en paz con el mundo.

Primera cualidad:

Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano la llamamos Dios, y siempre te conducirá en dirección a su voluntad.

Segunda cualidad:

De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.

Tercera cualidad:

El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.

Cuarta cualidad:

Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.

Quinta cualidad:

El lápiz siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida, dejará trazos. Por eso intenta ser consciente de cada acción.

Autor – Paulo Cohelo

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo: ¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo. ¿Por qué le llamas desgracia? -respondió el padre. Veremos lo que trae el tiempo… A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.

¡Padre, qué suerte! – exclamó esta vez el muchacho. Nuestro caballo ha traído otro caballo. Por qué le llamas suerte? – repuso el padre. Veamos qué nos trae el tiempo. En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo y éste no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo.

El muchacho se quebró una pierna. ¡Padre, qué desgracia! – exclamó ahora el muchacho. ¡Me he quebrado la pierna! Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: ¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!

El muchacho no se convencía de la respuesta sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo. Para ver si algo es malo o bueno.

Autor- Desconocido …